miércoles, 9 de mayo de 2018
CAPITULO 17
Al finalizar mi enervante período de prueba en ese odioso lugar, estaba más que decidida a cambiar de trabajo, sobre todo para huir de Pedro, el eterno torturador que siempre me perseguía. Pero sin apenas darme cuenta, acabé aceptando un puesto permanente en el Hospital General de Massachusetts.
Tal vez fue por lo triste que se puso el pequeño Jeremy al saber que yo podía llegar a abandonarlo, o porque el empleo de mi padre se prolongó en Boston por un tiempo indefinido.
Pero lo que definitivamente no podía ser un motivo para que tomase esa nefasta decisión era el no ver más a ese médico, que, a pesar de no dejar de amargarme la vida con montañas de trabajo, comenzaba a admirar.
En serio. No podía ser tan estúpida como para volver a enamorarme del mismo hombre, y más aún conociendo ahora cada uno de sus terribles defectos. Pero, al parecer, tener un elevado cociente intelectual no la libra a una de convertirse en una estúpida redomada en cuestiones de amor.
Al aceptar ese puesto que me habían ofrecido, todos mis compañeros de trabajo, que hasta ese instante no me habían prestado mucha atención a no ser que fuera para mandarme hacer alguna de las tareas de las que siempre se escaqueaban, decidieron repentinamente organizarme una fiesta de bienvenida. Algo que vi más como una excusa para festejar que como una forma de demostrarme su aprecio. Por supuesto, ninguna de las mujeres de la sección de enfermería pediátrica osó olvidarse de invitar al médico más popular de todos y, así, para mi desgracia, Pedro Alfonso también asistió.
Lo que en un principio debería haber sido un alegre acontecimiento para disfrutar de la bebida y la comida de un agradable restaurante cercano a nuestro trabajo, donde indudablemente yo debía ser la persona agasajada, se convirtió muy pronto en una dura competencia acerca de cuál de las mujeres que asistían al evento llamaría más la atención de Pedro.
Como yo ya tenía muy bien aprendida la lección desde mis años de instituto, me alejé hacia un apartado rincón abasteciéndome de toda la comida y la bebida que necesitaría hasta que estuviera saciada y pudiera marcharme de esa fiesta sin que ello supusiera un insulto hacia mis compañeros. Para mi desdicha, la maliciosa mirada de ese hombre no dejó de seguirme, a pesar de estar rodeado de mujeres, algunas de las cuales definitivamente eran mucho más bonitas que yo.
Muy pronto, debido a los ánimos un tanto exaltados, no tardé en ver cómo mis compañeros de trabajo, médicos y enfermeras, volvían a repetir estupideces propias de la adolescencia, como jugar a esos necios juegos de «beso, atrevimiento o verdad».
Incluso algún que otro anciano y respetado médico volvió a su infancia cuando comenzó a entonar canciones de viejos anuncios y a intentar enseñarnos una parte de su anatomía que ninguno teníamos el menor interés en contemplar.
Yo me negué a participar en esos estúpidos trucos disfrazados de juegos para saber más de la vida de Pedro. Con lo que sabía de él ya me bastaba y me sobraba para desear mantenerme lo más apartada posible de ese hombre durante el resto de mi vida, así que me limité a pedir un taxi para el anciano doctor Durban y volví para despedirme de todos mostrando una gran educación al haberme quedado en una fiesta donde realmente no me necesitaban.
No sé ni para qué me molesté en tratar de ser amable, ya que, cuando volví a adentrarme en el local, nadie se percató de mi presencia. Hasta que el endemoniado de Pedro Alfonso, cómo no, fastidió mi vida una vez más con sus maliciosos actos.
—¿Que cuál es mi tipo de mujer? —preguntaba Pedro alegremente en ese instante, repitiendo una de las preguntas que le había formulado una de las acosadoras que lo rodeaban. Luego, simplemente me dirigió una de esas falsas y bonitas sonrisas que tan bien quedaban en su rostro y, para mi infortunio, ésta fue más amplia que ninguna otra —. Pues una mujer como Paula, por supuesto.
Una vez más, ese hombre convirtió mi vida en un infierno cuando cada una de las mujeres que habían intentado simular que celebraban mi nuevo puesto de trabajo me fulminaron con la mirada, indicándome que a partir del día siguiente mi vida se convertiría en un suplicio.
Para empeorar la situación, cuando indiqué tímidamente que me marchaba esperando pasar desapercibida, Pedro se levantó y, poniendo fin a la fiesta, me indicó que me acompañaría a casa.
Al principio pensé en rechazarlo, pero luego vi que parecía tambalearse un poco.
Era evidente que las mujeres que lo rodeaban habían intentado emborracharlo para aprovecharse de él, y al parecer habían logrado uno de sus objetivos, así que permití que me acompañara, decidida a ponerle un café bien cargado para despejarlo o a ofrecerle una fuerte bebida para sonsacarle información que respondiera a alguna de las preguntas sobre nuestra adolescencia que aún rondaban mi mente. Según cómo se comportara a lo largo del trayecto hacia mi apartamento, recibiría uno u otro tratamiento de mi parte cuando llegáramos.
La verdad es que no sé ni para qué me molesté en dudar de cuál sería finalmente el resultado, ya que apenas habíamos dado dos pasos cuando Pedro abrió su boca y ya quedó todo decidido…
—Seguro que aún sigues siendo virgen, pequitas… Quise incluir esa pregunta en el cuestionario de tu entrevista de trabajo, pero no me dejaron. ¿Qué me dices, Paula? ¿La contestarás ahora? —preguntó el energúmeno a viva voz, parándose en mitad de la calle.
Tuve que arrastrarlo hasta un lugar donde nadie nos observara, tras lo que le hablélo más orgullosamente posible.
—Sí, claro… Pero sólo cuando tú respondas a cada una de las mías, Pedro—declaré firmemente.
E, imitando los presumidos andares de las chicas que tanto había detestado en el instituto, agité mi melena hacia un lado de forma muy coqueta y me dirigí hacia mi apartamento sin volverme para ver si él me seguía. Pero indudablemente lo hizo, ya que detrás de mí oí cada una de sus estruendosas carcajadas. Por lo visto, mi caminar no era tan insinuante como yo creía.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Uyyyyyyyyyyyyyy ya quiero leer los siguientes caps jajajaja. Qué le preguntará Pau?? Está buenísima esta historia.
ResponderEliminar