viernes, 1 de junio de 2018
CAPITULO 91
Paula paseaba inquieta por la casa sin saber dónde narices se había metido su hijo.
Hacía horas que lo había dejado ir con Juan para que lo acompañara a hacer unos recados, y aunque pronto sería la hora del almuerzo, Nicolas todavía no había regresado.
Desde que se habían trasladado a Whiterlande, Juan y Sara Alfonso se mostraban cada vez más cercanos a su hijo, y Paula no se atrevía a negarles sus peticiones, ya que, sin que ellos lo supieran, les había negado durante muchos años el placer de disfrutar de su nieto, y en la mayoría de las ocasiones, cuando veía sus rostros se sentía terriblemente culpable.
Ya llevaba dos meses en ese pueblo y todavía no se atrevía a acercarse a Pedro porque sabía que tendría que revelarle la verdad sobre todas las cosas que había callado. ¿Cómo podía decirle a un hombre al que le había hecho tanto daño que aún existían más secretos entre ellos y que el más importante de éstos era que Nicolas era su hijo? Un hijo cuya existencia le había ocultado y del que lo había separado durante seis largos años…
¿Cómo explicarle que cuando se lo ocultó no fue por resentimiento, sino porque pensó que ella nunca había significado nada para él y que, por tanto, su hijo tan sólo sería una molestia? ¿Cómo explicarle lo sola y asustada que se había sentido durante todos esos largos años y las miles de veces que había estado tentada de llamarlo y confesarle su secreto...? Pero luego, en el último instante, su reticente corazón se encogía ante el miedo de oír de sus labios lo poco que había significado en su vida, y dejaba esa llamada para más tarde, para cuando pudiera reunir el valor de hacerle frente y que lo que él dijera ya no le hiciera daño…
¿Cómo presentarle ahora las vanas excusas que se había inventado durante años para no enfrentarse a él, cuando ahora sabía que Pedro la había estado esperando y que no era el despiadado canalla que creyó en una ocasión?
¿Cómo hacer que no la odiara más por su silencio si ella misma se detestaba por no haber tenido el valor de hacer lo correcto? Y ahora… ahora quizá fuera demasiado tarde para ellos dos, pero cada vez que veía a Nicolas sentía que necesitaba arreglar las cosas con Pedro. Aunque no le sirviera para que tuvieran ese final feliz que tanto había deseado en una ocasión, al menos sí le serviría para ser justa con el hombre al que a lo largo de los años había dañado tanto sin llegar a saberlo siquiera.
Cuando su hijo entró por la puerta y le dirigió una mirada llena de decisión, que nada tenía que ver con la que en otras ocasiones había asomado a su infantil rostro al llegar de alguno de sus paseos, Paula supo que no podía retrasar más lo inevitable y que, finalmente, tenía que dejar de ser una cobarde y enfrentarse a uno de sus mayores miedos.
—Mamá, tenemos que hablar…
—¿Sobre qué, cariño? —preguntó ella, un tanto temerosa.
—Ya sé quién es mi papá, y quiero que él sepa quién soy yo.
Y ésa era una petición que Paula nunca le podría negar a su hijo, porque era algo que debería haber hecho hacía mucho tiempo.
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