lunes, 4 de junio de 2018

CAPITULO 100




—Vale, Nicolas, ya estamos aquí. ¿Qué hacemos ahora? —preguntó Jeremias a su sobrino tras contestar al teléfono a través del cual tan impacientemente había seguido Nicolas sus pasos durante todo el día hasta que al fin llegaron al pueblo.


—¿No crees que eso es demasiado drástico? —interpeló Julio, que le había arrebatado el teléfono a su hermano menor para poner el manos libres, algo que, como siempre, solamente él recordaba hacer para que todos escucharan las locas indicaciones de su sobrino.


—¿Qué es lo que quieres que hagamos? —preguntó Julian, que, tras recibir las pertinentes indicaciones de Nicolas, exclamó—: ¡Joder! ¡Que tu madre aún está cabreada con nosotros! Nos va a matar…


—Bueno, yo creo que si ideamos antes una estrategia lo suficientemente compleja podríamos conseguirlo —opinó animadamente Jeremias.


—Tendremos que proveernos del equipo adecuado —apuntó Julian, haciendo que todos se preocuparan por si habían llevado consigo lo necesario para esa misión.


—Podríamos entrar a hurtadillas y…


—Creo que lo mejor es adentrarnos de frente con alguna que otra excusa, Julio — interrumpió Jeremias.


—También podríamos decirle la verdad… —propuso despreocupadamente Julio.


—Hagamos lo que hagamos, en esta historia no saldremos bien parados… — recapacitó Jeremias, adivinando el posible resultado de antemano.


—En eso tienes razón —convino Julian.


Finalmente Alan, un tanto molesto por las quejas a su alrededor, le arrebató el teléfono a su hermano, desactivó el manos libres y respondió:
—Indícanos la dirección. —Y, tras colgar el teléfono, se dirigió animadamente hacia sus hermanos—: ¡Vamos, chicos, que hemos tenido trabajos mucho peores que éste! ¡No puede ser tan difícil secuestrar a nuestra propia hermana!



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