lunes, 14 de mayo de 2018
CAPITULO 31
Finalmente, algo cansado y un tanto apaleado, me derrumbé en uno de los duros bancos del jardín en la zona trasera del hospital. Los puños de aquellos hombres no habían cambiado, y había que admitir que se habían contenido.
Aunque la verdad era que, en esas condiciones, yo para ellos había sido más bien un saco de boxeo que un rival. Con su presencia allí, deduje que la familia de Paula se mudaría pronto a otro
recóndito y desconocido lugar donde yo nunca podría dar con ella, y que Paula se alejaría de mí sin dar una oportunidad a mis palabras e ignorando que la amaba de verdad.
Pensé en todo lo que había perdido desde que Paula había vuelto a cruzarse en mi camino y en mi planificado futuro, y solamente pude reírme irónicamente de mí mismo mientras enumeraba las razones por las que mi vida a partir de ese momento era un desastre:
—Ya no tengo trabajo, mi ascenso ha volado y pensar en dirigir un lugar como éste solamente forma parte de un sueño imposible. Tendré suerte si alguna cochambrosa clínica quiere que haga las prácticas en ella tras los rumores que harán correr sobre mí los Campbell… ¡Y pensar que, de todas las desgracias que penden sobre mi cabeza, lo único que me importa es haberte perdido, Paula! —me lamenté, resignado una vez más a haberla perdido y a que nada de lo que hiciera serviría para volver a encontrarla hasta que el destino se dignara a volver a cruzar nuestros caminos, o a que ella quisiera escuchar mis palabras, algo que indudablemente no sucedería en mucho, mucho tiempo…
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