domingo, 27 de mayo de 2018

CAPITULO 73




Al llegar a la enfermería del instituto con el analgésico que había hallado en el viejo botiquín de la recepción, vi que mi paciente y su leve lesión en la muñeca estaban siendo eficientemente atendidos por Paula. Aunque también me percaté de la presencia de una mujer con medio rostro vendado de una forma muy poco profesional… Sin duda, alguien había osado cabrear a mi pequitas, y su irascible humor había vuelto a hacer de las suyas.


Ante las quejas de la mujer por la leve hinchazón que debía de tener en un lado de la cara, Paula había ido en busca de un analgésico para calmarle el dolor. Cuando salía de la enfermería, nuestras miradas se cruzaron. La mirada que ella me dirigió era bastante fulminante.


—¡Ya veo lo mucho que me has estado esperando! —dijo furiosamente mientras señalaba desde la puerta a la momia a la que al fin pude identificar como Mabel.



—Y te esperé… Durante mucho tiempo —confesé cogiendo su brazo, decidido a que esta vez escuchara la verdad de mis labios. Porque si Paula tenía celos de Mabel, aún no estaba todo perdido entre nosotros, ya que eso solamente podía significar que yo aún le importaba.


—¿Con ésta también estás prometido, Pedro?


—No, Paula. No tengo a nadie en mi vida.


—Claro, y todo porque me estabas esperando… —repuso irónicamente, eludiendo mi mirada.


—No, Paula, todo es porque aún sigo siendo un necio enamorado.


Pedro, tú nunca me has amado, nunca me dedicaste más de una mirada en el instituto y, cuando nos volvimos a encontrar, yo solamente te serví para que pasaras un rato entretenido.


—No sabes lo equivocada que estás —repliqué molesto mientras mesaba mis cabellos y me negaba a dejarla marchar a pesar de su fría respuesta—. ¿Por qué no les preguntas a tus hermanos por todas las ocasiones en que nos hemos encontrado? Tal vez, si se decidieran a contarte la verdad, comprenderías que no te estoy mintiendo.


—Porque no creo ni una sola de tus palabras, Pedro. Y ahora, si me disculpas, todavía tengo muchas actividades en las que participar —dijo intentando zafarse de mi agarre.


—No… —me negué y, cuando ella se volvió furiosa hacia mí, me inventé a toda prisa una conveniente excusa para pasar un poco más de tiempo a su lado—. Como veo que Mabel está herida, tú tendrás que ayudarme en los preparativos del evento de esta noche.


—Estoy dispuesta a ayudarte, Pedro, pero sólo lo necesario. ¡Ni sueñes con que volveré a ser tan idiota como para caer en tus sucios trucos otra vez! —respondió ella con decisión, conociendo mejor que ninguna otra persona las maldades que pasaban por mi mente.


Cuando al fin la dejé marchar tras asignarle una fácil tarea, susurré una promesa al silencioso pasillo:
—Eso está por ver, Paula.



No hay comentarios:

Publicar un comentario