jueves, 10 de mayo de 2018
CAPITULO 19
Cualquier chica que se despertase abrazada al hombre de sus sueños pensaría que estaba en el paraíso, pero no fue eso precisamente lo que pasó por la cabeza de Paula Chaves cuando se levantó de su cama, totalmente desnuda, con un hombre también totalmente desnudo a su lado.
Y ese hombre no era otro que el que siempre la
martirizaba, Pedro Alfonso.
Por si fuera poco, apenas recordaba nada de la noche anterior, y la cabeza le daba mil vueltas mientras intentaba huir del terrible error que podía llegar a ser Pedro. Por desgracia, cada vez que trataba de alejarse del sujeto que la abrazaba, él la retenía más fuertemente a su lado. Finalmente, poco a poco, Paula logró llegar hasta el borde de la cama, desde donde tiró de la sábana para enrollársela a su alrededor, comprobando que, efectivamente, ambos se hallaban completamente desnudos.
Fue entonces cuando corrió hacia el baño, avergonzada, y se encerró en él preguntándose cuánto tiempo debería permanecer dentro hasta que Pedro decidiera irse y así ella no tuviera que enfrentase a lo que allí había ocurrido.
Después de una larga hora bajo la ducha, Paula no pudo aguantar más y, envuelta por una de sus toallas, se dirigió a su habitación dispuesta a vestirse y a alejarse de ese error si éste no se dignaba marcharse de su casa.
—Pero ¿qué tenemos aquí? ¡Si es la pequeña pequitas, que ya se ha hecho mujer! — bromeó Pedro desde la cama, aprovechándose de que Paula apenas recordaba nada y, por tanto, ignoraba si sus palabras podían llegar a ser ciertas.
—¿Podrías…? ¿Podrías taparte, por favor? —pidió Paula, avergonzada mientras apartaba sus ojos de la desnudez que ese hombre mostraba ante ella sin pudor alguno.
—¿Por qué debería molestarme con eso, si ayer ya lo viste todo de mí preguntó descaradamente Pedro, dejando la cama para acercarse lentamente a ella mientras añadía —: Y yo de ti, dicho sea de paso…
—¡Te aprovechas de que no me acuerdo de nada para rellenar los espacios en blanco con tus historias! ¿Por qué debería creerte? —cuestionó Paula, reacia aún a admitir que las palabras de Pedro fuesen ciertas.
—Los dos desnudos…, una cama…, ¿es que necesitas algo más para determinar que mis palabras son ciertas y que tú y yo pasamos la noche juntos? Si lo prefieres, podemos rememorar cada uno de los momentos que vivimos anoche y así tal vez recuerdes todo lo que ocurrió… —declaró atrevidamente Pedro, volviendo el abochornado rostro de Paula hacia él para enfrentar su tenaz mirada.
—Fuera lo que fuese lo que sucediera anoche entre nosotros, es algo que creo que no debería volver a ocurrir —señaló firmemente Paula, apartando a Pedro de su lado con una de sus manos, empujando su torso desnudo lejos de ella.
—¿Por qué no? Si tú y yo nos conocemos muy bien y podríamos llegar a divertirnos mucho —insistió él mientras retenía junto a su pecho la dulce mano de la mujer que se atrevía a apartarlo de su lado.
—Por eso mismo: precisamente porque te conozco sé que nunca llegaré a importarte lo suficiente, y no quiero una relación tan vacía como la imagen que muestras a todos, pretendiendo ser el hombre perfecto que no eres.
—¿Acaso no es eso lo que querías de mí hace años? —recriminó Pedro a la mujer que, aunque siempre lo había perseguido, ahora únicamente pretendía huir de él.
—Tal vez…, pero he crecido y madurado. Algo que ignoro si tú has hecho — replicó Paula, deshaciéndose finalmente de su agarre e invitándolo a alejarse nuevamente de su vida.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario